WATTPAD TERMINADAS: Red de DAVID BAREA


RED




🔹Título de la obra: RED
🔹Autor: David Barea
🔹Plataforma donde publica/vende: Wattpad
🔹Formatos: Lectura online
🔹Precio: Gratis
🔹Usuario: @Silkeye
🔹Género: Suspense / Acción
🔹Estado: En proceso


Narración

🔹Persona: 3ª persona, narrador omnisciente.
🔹Tiempo: Pasado

Número de

🔹Visitas totales: 322
🔹Comentarios: 55
🔹Votos: 108

🔹Visitas primer capítulo: 45
🔹Visitas último capítulo: 3

Capítulos

🔹Capítulos publicados: 14 (16 teniendo en cuenta la parte I y II)
🔹Capítulos totales: Aproximadamente 50 previstos (no está finalizada todavía).
🔹Caracteres: 66000 aproximadamente. por el momento.

Sinopsis publicada en la obra

La vida de Dave Callen ha dado un giro inesperado desde que Erebus, una organización de asesinos subvencionada por el estado norteamericano, decidió brindarle una oportunidad de “redención” a cambio de un alto precio: su propia identidad.

Por el camino, Dave lo conocerá a él. Un chico misterioso, frío y sin escrúpulos, pero ardiente como un volcán a punto de estallar y de quien tan solo conocerá su nombre: Red.
Tras esto, nada volverá a ser igual, porque ahora todo su mundo brilla en incandescentes y abrasadores fogonazos de color rojo ardiente.

Imagen promocional



Según el autor, por qué deberíais leer esta obra

RED es una historia que surgió en mi cabeza mucho antes de empezar a escribirla. No sabía muy bien cómo iba a ser la historia ni cómo evolucionaría, pero sí sabía qué quería reflejar con ella, cómo iba a empezar y, desde luego, cómo iba a acabar. Y todo gira entorno a la misma premisa: cómo las personas no son una mancha blanca o negra sobre una tabula rasa, sino un gris más o menos claro rodeado de factores externos que nos afectan, motivan y atemorizan. Nuestras acciones limitan nuestro destino, pero nuestro final lo elegimos nosotros, y de esto es de lo que trata precisamente esta novela, de cómo podemos ir evolucionando y lidiando con nuestras acciones pasadas y futuras para llegar a buen puerto procurando no perdernos a nosotros mismos en el camino, aunque en ocasiones, es algo realmente difícil.

Nota: 

La historia puede contener escenas violentas, sangrientas y/o sexuales, y pueden tratarse asuntos referentes a drogas o delitos, por lo que está catalogada para +18 y su lectura debe ser bajo propia responsabilidad.

Además, la historia contiene temática LGBT, si eres una persona susceptible a este tipo de temas/argumentos, te recomiendo NO seguir adelante con su lectura.

Algunas imágenes publicitarias de la obra





Primer capítulo de la obra

Carmesí:

La luz de un nublado atardecer se colaba pobremente entre las rendijas de las persianas que cubrían los amplios ventanales de Kitten’sHideout, una cafetería rústica que estaba tiñéndose de los colores dorados y rojizos del ocaso y que, no obstante, creaban un ambiente paradójicamente frío.

Los rayos reflejaban las motas de polvo que cubrían el grueso marco de las ventanas y se proyectaban como focos sobre el suelo de parqué rayado con marcas de tonos más claros que los de la madera original. Los fluorescentes de luz blanca empobrecida estaban encendidos iluminando los recónditos rincones de la tasca, a pesar de que el establecimiento desprendía un aire de melancolía y monotonía apagado.

Un olor a café rancio y algodón de azúcar quemado formaban parte de la atmósfera, aunque ninguno de los tres clientes que compartían habitáculo parecía molestarse por el aroma. Se escuchaban de fondo ruidos procedentes del exterior de la taberna, alguna persona estaba gritando y se oía el claxon de un par de vehículos de fondo en medio de un posible atasco.

Un hombre extraño, con unas gafas de aviador que le cubrían sus ojos en su totalidad, vestido de traje gris, corbata y sombrero negro, de constitución gruesa, barba poblada y una edad que probablemente sobrepasaba los cuarenta y cinco años, estaba sentado en la mesa del fondo, leyendo el periódico y lanzando miradas indiscretas hacia todas partes. Tenía un expreso a medio acabar reposando sobre la mesa, al cual daba sorbos breves de vez en cuando lamiéndose los labios después para saborear mejor su amargor.
Dave se encontraba limpiando la barra de granito con la misma bayeta de ayer, y del día anterior, el propietario estaba tan cansado del local que ya ni siquiera atendía necesidades tan básicas como la compra del material de limpieza. Mientras tanto, Dave dejaba volar su imaginación y pensaba en cómo sería escapar por una vez de toda la vida que lo rodeaba. Volar lejos, a un país como Noruega o Finlandia, a pesar de que odiaba el frío por culpa de los intensos inviernos neoyorquinos.

Últimamente le fascinaba la idea de viajar a algún país cálido como México o España, de hecho, le encantaba España. Siempre había soñado con vivir en Madrid, o Barcelona, y poder disfrutar de un sol cálido azotándole las mejillas y el torso en una playa perdida y alejada de los Estados Unidos. También era la excusa perfecta para librarse por un tiempo de su hermana mayor Beatrice y de algunos problemas que lo estaban rondando desde hace unos meses.

De pronto la mirada de Dave se vio atraída por el sonido de la campanilla de la entrada, que sonó con la agudeza seca de un metal oxidado aporreando una piedra hueca. Alguien había cruzado la puerta. Dave alzó el rostro y observó confuso y exhausto al mismo tiempo a la persona que tenía ante él.

—Necesito hablar contigo —. Murmuró con una voz seria una chica de pelo castaño oscuro recogiéndose tras las orejas los mechones de pelo que le caían frente a los ojos, el resto lo llevaba recogido en una coleta que le colgaba sutilmentesobre la nuca. Dave la ojeó de arriba abajo, vestía un uniforme policial, llevaba sujeta al cinturón una porra policial, una lata metálica negra con lo que parecía ser spray de pimienta, unas esposas que colgaban del cinturón y unas ojeras de cansancio absoluto bajo sus ojos. —Ahora —. Matizó la chica agravando su voz.

Dave observó a todas partes dejando salir un suspiro de agotamiento y tras pensárselo un instante bastante largo, hizo un gesto doblando el cuello para que lo siguiese hacia el almacén, detrás de la cafetería.

—Tengo cosas que hacer —. Apuntó el chico yendo al grano, aseándose y frotándose las manos sobre el delantal de barista que le colgaba cadera abajo con el logotipo del local bordado a mano y un par de manchas color café a la altura del ombligo. —Así que sé breve Beatrice. ¿Qué es lo que quieres? —. Ésta hizo un gesto de negación y se quedó de brazos cruzados observándolo indignada.

—No puedo creer que aún tengas la desfachatez de hablarme así —. Murmuró frotándose los párpados con los dedos de su mano derecha y exhalando un suspiro ahogado y fugaz. —Esta mañana me he enterado de que anoche no estuviste de fiesta en Green House, sino que pasaste la velada en comisaria porque te pillaron in fraganti vendiéndole cannabis a una yonqui toxicómana.

—Joder, sabía que era para esto —. Replicó Dave ignorándola y caminando hacia la puerta de nuevo. No obstante, Beatrice se interpuso entre él y el manillar observándole con muy mala cara.

—Te estoy hablando en serio, tienes mucha suerte de que no te pillasen con más cantidad o con otro tipo de drogas más penalizadas —. Advirtió con una voz tajante. —No voy a poder justificarte mucho más tiempo y tampoco voy a hacerlo, Dave. Tienes ya veinte años, que son más que suficientes como para saber lo que haces.
—¿Ahora eres mamá? —. Preguntó el chico clavando sus ojos oscuros como obsidianas en los de Beatrice.

—Mamá habría hecho lo que fuese porque no hubieses caído en este círculo que está consumiéndote cada vez más… —. Respondió cabizbaja y con los ojos ligeramente vidriosos. —Pero yo no puedo hacer ya más, Dave. También tengo una vida, unos problemas, una hipoteca, un trabajo… y no puedo escapar constantemente de ellos para lidiar también con los tuyos. Espero que lo entiendas.

—Es mi vida la que estoy jodiendo, no la tuya —. Aclaró hiriendo a su hermana con las palabras punzantes. —Y mamá ya no puede hacer nada para ayudarme. Así que deja de hacerme la vida más imposible de lo que ya lo es por sí misma.
Tras esto la apartó con delicadeza y salió de nuevo a la barra dejando a su hermana cavilar en un estado de incertidumbre y desazón.

—¿Podría darme una botella de agua? —. Susurró una voz por detrás del hombro de Dave. Tras voltearse observó a un hombre relativamente mayor, desaliñado, con barba bastante poblada y descuidada, ropa polvorienta y estropeada, un gorro de lana para protegerse del frío y unos guantes rotos de cuero. Dave lo observó de reojo y continuó cerrando el local como si nada hubiese ocurrido.

—Lo siento, estamos cerrados —. Aseguró éste con frialdad echando la llave y procediendo a cerrar las verjas metálicas con candado.

El vagabundo procedió a caminar a duras penas hacia el fondo de la inmensa, fría y solitaria calle mientras el reflejo de la luna se colaba entre las nubes e iluminaba fugazmente los callejones neoyorquinos de Bedford Stuyvesant, el barrio de Brooklyn donde se hallaba la descuidada taberna en la que Dave trabajaba.

El joven, inició su marcha rutinaria hacia el apartamento de cuarenta metros cuadrados en el que vivía, muy próximo a Herbert Von King Park. Un piso poco iluminado, primera planta y nada, pero nada, lujoso.

Poco a poco se fue dando cuenta de que de camino a casa no estaba solo, alguien lo estaba siguiendo a aquellas horas de la noche por los estrechos callejones, y los pasos se escuchaban cada vez más y más cercanos. Éste aceleró el ritmo exponencialmente conforme las pisadas se hacían más notorias hasta que la escena acabó convirtiéndose en una breve e imprudente persecución que no tardó más que unos pocos segundos en llegar a su fin.

Un hombre afroamericano, encapuchado, robusto y veloz como un trueno se abalanzó contra Dave asestándole un golpe en la espalda contra la pared y sujetándolo fuertemente del cuello mientras gritaba palabras en un idioma inentendible.

—No lo entiendo tío, ¿qué cojones te pasa? —Preguntó Dave entre gritos ahogados tratando de liberarse de la mano que le oprimía las vías respiratorias parcialmente. El hombre, de raza oscura, respondió apretando los dientes con rabia, resaltando su gruesa mandíbula y asestándole a Dave otro golpe contra la pared desencajándolo y haciéndole gemir de dolor.

—Dinero, dame lo que tengas. —Ordenó con acento extranjero forzado sacando un artefacto puntiagudo de uno de los bolsillos de la chaqueta fina y negra que llevaba puesta y llevándola al estómago de éste, amenazándolo. —Todo. —Añadió.

Dave giró con tensión el cuello y los ojos hacia todas partes procurando contemplar a alguna persona que pudiera ayudarle, y volvió rápidamente de nuevo la vista al atracador sin éxito. Todo estaba muy oscuro, las farolas no llegaban a alumbrar aquella callejuela que parecía aislada de la luz urbana. Palpó sus bolsillos con rapidez y sacó el monedero con intención de entregarle todo lo que ganó el día anterior con la venta. No obstante, el ladrón se hizo rápidamente con la cartera al completo y adoptó de inmediato una postura de huida.
La rabia y la frustración llenaron de ira los puños rígidos de Dave, de tal forma que, mientras lo veía alejarse poco a poco con aquel dinero que le había costado ganar,no pudo dejar de pensarque tal vez con él podría haber comenzado a ahorrar para iniciar una nueva vida lejos de Nueva York.

Las venas de su cuello comenzaron a pronunciarse debido a su rabia desmesurada e incontrolable y se apresuró a revelar la navaja que llevaba en el bolsillo interno de su cazadora lanzándose a toda prisa a por el atracador, quien también aceleró el paso para tratar de perderlo de vista cuando advirtió de su presencia.

La persecución ocurrió a lo largo de toda la calle trasversal, estrecha, adoquinada y todavía encharcada de lluvia del día anterior. Tras innumerables minutos de jadeos y de competición, ésta finalizó al llegar a una casa adosada en ruinas con el cartel de “propiedad en venta” y con una fachada desgastada en la que podían apreciarse tres pasadas diferentes de pintura que posiblemente fueron realizadas en distintos momentos de la historia.

Dave se detuvo frente a ésta tras observar cómo el individuo se escondía dentro. Visualizó dos posibles opciones: podía ser valiente, y entrar a recuperar lo que era suyo, o podía ser un cobarde, como siempre lo llamaba su padre, y largarse sin enfrentar el problema.
No tuvo que pensárselo dos veces. Navaja en mano se acercó al portón de madera antigua de la casa con sigilo. Observó, por las marcas de la cerradura y la madera, que la puerta había sido forzada mucho antes de llegar, y que posiblemente había sido el destino del atracador desde el comienzo de la carrera.

Empujó suavemente la puerta y puso un pie dentro dando el primer paso.El crujido de la madera al pisar resonó por todo el inmueble junto con las bisagras oxidadas de la puerta. Acto seguido, sacó el teléfono móvil del bolsillo izquierdo y un haz de luz salió disparado del reverso del dispositivo.

Dave se detuvo a observarlo todo con atención intentando localizar al asaltante afroamericano. Dirigió la linterna hacia todas las direcciones fijándose en cada detalle del habitáculo. Las motas de polvo volaban a su alrededor y quedaban reveladas y expuestas por el cañón de luz blanca. La sala era espaciosa y muy antigua, el suelo era de madera húmeda, gris, verdosa y desgastada que crujía a cada paso. Había una mesa de roble arañada justo en medio de lo que parecía haber sido un salón familiar. Una polvorienta alfombra de estilo persa cubriendo el rincón derecho de la salita y un arco en el centro de la sala que daba paso a una habitación con azulejos rotos de color verde menta fácilmente atribuibles a una cocina estrecha.

A la izquierda, en una rinconera, había una sala muy pequeña con un marco de puerta diagonal similar a un cuartillo. La puerta, que descansaba sobre los tablones, había sido arrancada de cuajo de las bisagras y podía apreciarse un retrete de porcelana destrozado y sin cubierta junto a un plato de ducha oxidado, frente a él una cortina de tela que en algún momento alguien había tirado o se había desprendido de la barra del techo.
De pronto, Dave escuchó ruidos que lo alarmaron de forma considerable. Eran pisadas sobre tablones, y parecían provenir de encima de él. Entonces, apuntó con el teléfono hacia las escaleras que había ubicadas al lado de la cocina. El pasamanos estaba lleno de una capa enorme de polvo y telarañas que escalaban por los barrotes. Había peldaños algo hundidos hacia dentro y un par estaban bastante deteriorados. La oscuridad era tan profunda que el miedo invadió sus huesos y se quedó paralizado un instante observando el fondo negro que había más allá de las escaleras.

Flashbacks de un niño de unos 6 años gritando en la oscuridad detrás de una puerta y llorando sin pausa surcaron la cabeza del joven mientras sus ojos se tornaban de cristal húmedo.

Apretó su móvil fuertemente hasta que las venas comenzaron a pronunciarse notoriamente sobre la mano y el antebrazo.Blandió la navaja en posición amenazante y empezó a subir el primer peldaño adentrándose en las profundidades del abismo.

Un retrato familiar muy antiguo decoraba el descansillo, la luz lo reflejaba de golpe dándole un aire fantasmagórico. Se trataba de una familia posando con un paisaje que recordaba al Jacqueline Kennedy Onassis Reservoir, el lago de Central Park, aunque era ciertamente diferente al que él conoce. El tono de la imagen era sepia y transmitía cierta melancolía inexplicable en las caras de la familia.

Tras unos segundos de tregua Dave suspiró y continuó escaleras arriba acelerando el paso e incrementando el ruido de los escalones al pisar. Su corazón estaba latiendo muy deprisa, sentía cada latido golpear en su cuello, en su pecho, la intensa respiración abandonando sus pulmones con cada soplo. Estaba asustado, a pesar de que odiaba sentir esa sensación, porque el miedo era algo negativo que solo sentían los débiles, eso era lo que su padre le dijo durante toda su vida, era todo lo que sabía. Porque los débiles nunca conquistaron el mundo.

Una voz grave lo sorprendió y aterrorizó a partes iguales. Sonaron entonces un par de voces masculinas entrar a la casa y dirigirse hacia su posición. Hablaban una lengua que él conocía muy bien: era español. Podía apreciarse a la perfección por la reverberación de las voces por toda la finca.

Dave ascendió las escaleras restantes inmediatamente y trató de visualizar un lugar donde esconderse con la mayor rapidez posible, pero no llegó a tiempo. En cuestión de segundos dos pares de ojos pertenecientes a dos hombres con apariencia latina de edad media lo estaban observando con frialdad y un odio irracional absoluto. Al parecer no les hacía ninguna gracia haberlo encontrado dentro de aquel recinto.

—“Solo quiero recuperar mis cosas” —Aclaró Dave en español con un acento muy abierto e inglés algo ridículo. —Si me dejáis hacerlo y me voy no os haré ningún daño. Podemos ser felices todos. —Replicó con cierta sonrisa provocativa de forma más lenta y de nuevo en su idioma, suponiendo que lo entenderían, acompañándolo de un guiño.

—“Pinche cabrón…”. —Respondió uno de los dos individuos sacando un machete de alguna zona de su reverso y acercándose a él. El miedo invadió los ojos de Dave, que por un instante parecían aturdidos, aunque rápidamente se apresuró por no mostrar ninguna emoción similar al miedo, no quería enseñarles ninguna señal de debilidad, así que se preparó lanzando el móvil al suelo y planeando cómo moverse, navaja en mano.

El hombre, de mediana edad, avanzó hacia él tratando de cortarle en dos y atravesarle con el machete. Todo aquello iba muy en serio, y Dave no estaba dispuesto a morir de aquella forma de ningún modo. Logró esquivar el primer par de machetazos hasta que el tercero le asestó de lleno un tajo en el hombro golpeándole bruscamente y haciéndole escapar un grito dolorido. La cazadora lo había salvado de sufrir una brecha profunda en una de sus extremidades.

Dave trató de estirarse todo lo que sus pantalones vaqueros le permitían y se deslizó por debajo del individuo impulsándose con la ayuda de la pared atravesando la mitad de su gemelo con el puñal. Los pocos rayos de luz indirectos que llegaban del dispositivo móvil dejaban ver que la tela gruesa no tardó demasiado en teñirse de carmesí. Un grito de dolor profundo fue exhalado a través de los labios del latino que apartó rápidamente la pierna cojeando y evitando que Dave recuperase la navaja.

El segundo compañero avanzaba hacia Dave introduciéndose también en el conflicto con rostro contrariado, y desde las escaleras ascendentes aparecía al mismo momento el tercer atracador que estaba buscando anteriormente. Dave pudo reconocer su silueta y la capucha a pesar de que estaba todo muy oscuro. Parecía que también estaba dispuesto a participar en su asesinato sin ningún inconveniente. Ambos individuos iban armados con puñales que hicieron a Dave pensar que su fin estaba más cerca de lo que creía.
El latino de chaqueta verde que acompañaba al anterior se abalanzó sobre Dave tratando de apuñalarlo. Cuando se lanzó sobre él, los brazos de Dave impidieron eficientemente que el puñal fuera clavado en su pecho, e instantáneamente, el suelo bajo ellos se hizo pedazos y se derrumbó.

Dave cayó junto al individuo sobre la salita por la que había entrado minutos antes. A pesar de que sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad todavía resultaba ser un ambiente extremadamente lóbrego y opaco. Se había golpeado la cabeza con bastante fuerza como para marearse ligeramente. Aun así, trató de aprovechar la confusión del enemigo para coger el puñal que había aterrizado sobre sus rodillas y arrastrarse para apuñalar sin dudar el cuello del adversario, provocándole de inmediato una hemorragia mortal de la arteria carótida y haciéndolo expirar casi al instante mientras escuchaba como su compañero bajaba por las escaleras y tras él, el segundo al que había dejado cojeando.
Recogió el puñal con premura del cuello del cadáver y con el corazón en un puño se dirigió hacia la puerta tratando de huir con la mano derecha ensangrentada empujando el manillar casi desesperadamente, pero estaba cerrada con tablones de madera que habían colocado para que nadie más entrase.

Se dirigió con rapidez al baño que vio anteriormente, recogiendo la puerta que había sobre el suelo y amenazando con ella a los asaltantes para mantenerlos alejados.
—No os acerquéis. —Trató de decir con la voz lo más calmada y relajada posible.
—“Debes estar de broma, pendejo. Mataste a nuestro compadre. Estás muerto cabrón.” —Advirtió con voz amenazante en su habla hispana, el otro también balbuceó palabras que Dave no llegó a captar bien debido a su estado de nervios.

Dave empujó la puerta hacia ellos derribándolos implacablemente y asestándole de pronto incontables golpes en el rostro con el pico de metal oxidado del portón al cojo hasta destrozarlo, literalmente.

Su rostro quedó hinchado y desfigurado, la nariz rota y el semblante sangriento por completo. El encapuchado lo observó rebosante de pánico desde el suelo sin creer lo que estaba sucediendo. Dave se dirigió hiperventilando hacia él, que retrocedía poco a poco hasta chocar su espalda contra la pared.

—Tienes algo mío. —Sugirió Dave con una mirada de rencor mezclada con terror reprimido amenazándolo con la navaja.

El encapuchado se despojó del monedero inmediatamente suplicando que lo dejase vivir con pavor, implorándole perdón. Dave lo miró a los ojos oscuros y casi imperceptibles, y por algún extraño motivo, pudo sentirse identificado en aquella mirada. Aquel hombre, según su padre habría sido un cobarde. Y Dave se compadecía en cierto modo de los cobardes. A él, nadie le había permitido serlo jamás.

Había matado a dos personas en defensa propia, no le importaba hacerlo con una tercera que además había sido la culpable del comienzo de la disputa. Pero un resquicio interno de compasión y humanidad en su corazón le rogó que no lo hiciera. Que no acabase con la vida de aquel hombre a sangre fría,incluso aunque pudiese merecerlo.
Dave recogió su monedero del frío y polvoriento suelo de madera y se dirigió lentamente a la salida sin cruzar palabra con el atracador. Un cúmulo de sentimientos lo invadieron en ese mismo instante: miedo, tristeza, culpabilidad, ansiedad, dolor, odio y el peor de todos, remordimientos.

Se limpió la mano sangrienta con la camiseta interior, se pasó la cazadora hasta el cuello y salió al estrecho callejón donde se ubicaba la casa mientras pensaba en todo lo ocurrido, sin quitarse de la cabeza la locura que acababa de suceder. Sin olvidar aquel momento en el que se puso a golpear y a asesinar a los objetivos como un auténtico animal sin importarle ni lo más mínimo si les dañaba o los aniquilaba, y entonces se sobrecogió. La luz de las farolas dejaba ver cómo estaban cayendo finas gotas de lluvia casi imperceptibles en la piel, mientras Dave avanzaba por aquella calle desolada con un halo de melancolía que lo envolvía y una pregunta que rondaba su cabeza sin cesar:

¿Era eso ser valiente?










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