HISTORIAS CORTAS: Alicia y las paredes. De Ibán Velázquez

Hola de nuevo mis lectores y escritores del mundo sombra, aquí os dejo un pequeño cuento nacido de un reto, que la escritora Lorena Amkie propuso en su cuenta de youtube. Espero que os guste.

Alicia y las paredes

La niña estaba en su habitación tumbada. Sus padres la habían obligado a cambiarse de ciudad y a abandonar a sus amigos. Ya nunca más volvería a verlos. Además se habían cambiado a Toledo, una ciudad pequeña, sin apenas vida. No los perdonaría.

Aquella casa era muy grande y antigua. Puede que más que la propia guerra civil. Decían que habían pasado muchas cosas interesantes en esa casa, incluso que había vivido un mago.

—Un mago… Mis padres creen que aun soy una cría de 10 años. —murmuró Alicia en voz alta

Su voz resonó por las paredes como si el eco no quisiera que sus palabras se extinguieran… “un mago… un mago … un mago…”

En vez de apagarse, el sonido fue cobrando fuerza. La chica de 14 años, miraba hacía todas las paredes, con los labios cada vez más apretados y las mejillas cada vez más rojas, casi conteniendo la respiración…

—Un mago vivió aquí hace mucho mucho mucho tiempo, pequeña Alicia —dijeron las paredes resonando con un eco grave por toda la estancia —. No deberías burlarte de lo que no conoces. Lo que estas paredes podriamos contarte si hablaramos…

—Pero… si es…es…tais hablando. — La voz entrecortada de la chica no evitó que su mirada buscara el lugar donde se ocultaba el truco, que aquello indudablemente era.

—Es verdad… hablamos. —dijeron las paredes al unísono, resonando como una sola voz —. ¿Te hemos comentado que aquí vivió un mago?

Alicia asintió mientras intentaba que su respiración no se acelerara demasiado, tenía que seguir la corriente, si había alguna cámara oculta, no quería que se rieran de ella después.

—El mago se llamaba Merlihondo y era uno de los primeros. Nos dio la capacidad de elegir a que humanos hablar y poder contarles todo lo que la cal de nuestras paredes han visto a lo largo de los siglos.

—¡Vale, cómo broma ya está bien! —dijo la niña convencida de que la estaban engañando —. Jaime, un rato bien, pero esto ya no tiene gracia.

—Tu hermano se ha ido a por leche, lo ha mandado tu madre, que está ahora mismo en la cocina, hablando de ti con tu padre.

La chica se quedó sorprendida por la respuesta y la curiosidad pudo al miedo.

— ¿Y que le está contando mi madre a mi padre?

—Qué eres una chica algo rebelde, que si sigues con esa actitud de contestar todo el rato, salir hasta tarde y ser detenida por la policia con un chico, mientras fumabais porros, no tendrán otra salida que mandarte interna a un colegio concertado, donde puedan enderezarte un poco.

—¡Anda ya, no me fastidies! —Alicia había olvidado que hablaba con las paredes —. No es justo. No pueden arrastrarme así por todo el país y luego encima no dejar que me divierta con Jorge. ¡No es justo!

—Lo mismo dijo el niño que vivió aquí hace diez años, se llamaba Paulino y pensó lo mismo que tú. Odiaba a sus padres y hasta despotricaba de ellos cada vez que podía. Un día de invierno unos ladrones entraron en la casa. Nosotras, las paredes solo pudimos ser testigos, no tenemos permitido intervenir. Los ladrones abusaron de la madre del chico mientras golpeaban en la cabeza hasta matarlo al padre. El niño vino de fiesta tarde y encontró a sus padres muertos. Jamás pudo recuperarlos y llorando en estas paredes que somos, siempre se arrepintió de no haber sido mejor hijo, de no haberles dicho antes “Os quiero”, pero ya fue tarde. El niño se había ido de fiesta, como tú y dejó la puerta abierta para que al volver no le oyeran. Eso fue la condena de su familia.

La niña y las paredes se quedaron hablando en su habitación durante toda la tarde. Cuando llegó la noche, la madre esperaba encontrarse la habitación vacia y a su hija que hubiera salido de fiesta sin permiso, sin embargo, estaba allí, esperándola con el pijama puesto y una sonrisa en la cara.

Nada más entrar su madre a la habitación, Alicia se levantó y se acercó a ella. Le dio un fuerte abrazo y un beso en la mejoilla y le susurró al oido un “te quiero mamá” que jamás olvidaría la madre en toda su vida.

Esa noche de las paredes de la habitación salió algo de humedad y pareció que toda la casa inspiraba hondo y toda su estructura se movía conmovida.


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