—¿De dónde vienes niña? —dijo el hombre al parar a la chica
que iba vestida de rojo.
—Vengo del pasaje de árboles de otoño, que está más allá del
bosque púrpura de tinta, que es donde nacen los cuentos.
—¿De quién es este caballo?
—Es un caballo que encontré haciéndose el muerto, esperando
que llegara un zorro para atarle un león a la cola. —dijo la niña con su
capucha puesta.
—¿Y para qué quería eso el caballo?
—Para demostrarle a su amo que aún podía servir, ya que este
lo había tirado por ser demasiado viejo. Yo lo ví y pensé que el que no se
merecía a ese caballo era su amo, así que me lo quedé. —La niña sonrió
orgullosa.
—¿Y qué haces aquí niña?
—Escapar de los cuentos. No encuentro al leñador, ni a mis
padres, ni a mis amigos. Solo me queda mi abuelita, que está en la cama desde
hace varias semanas: Ha engordado, tiene la voz más grave, los ojos más grandes
y las orejas hinchadas. Además creo que tiene un problema con sus dientes,
rechinan demasiado. Vengo en busca de un médico humano que me diga que le pasa
a mi abuelita.
Comentarios
Publicar un comentario